Carlos “Pipi” Araujo, con una destacada carrera profesional, desde hace un tiempo se radicó en Tucumán y casi por casualidad terminó trabajando en las inferiores de Atlético Tucumán. En diálogo con LA GACETA, el ex defensor repasó su carrera, contó cómo se dio su llegada al “Decano” y brindó detalles de algunas experiencias personales que marcaron su etapa como futbolista.
- ¿Extrañabas las cámaras?
- Hace mucho que no hacía esto, es raro. Se extrañan muchas cosas; la adrenalina de los partidos, el mundo de los hinchas, la prensa... Todo eso se extraña mucho. Pero bueno, me estoy adaptando a esta nueva vida.
- ¿Cómo fue tomar la decisión de dejar el fútbol?
- Me retiré con 40 años y ya estoy por cumplir cuatro años sin jugar. Lo hice jugando para Independiente Rivadavia de Mendoza en el Nacional B, y la verdad es que me costó tomar la decisión, pero creo que era el momento.
- ¿Sos hincha de algún club mendocino?
- Del Algarrobal, el club en el que nací futbolísticamente. Jugué con mis hermanos; y mi papá y mi abuelo eran hinchas también. Era muy familiar y ahí tengo a mis amigos de toda la vida.
- ¿Y sigue jugando el club?
- Sí; está en la Liga Mendocina. Actualmente en la A, pero yo jugué mucho tiempo en la B. Ascendimos y vivimos cosas muy lindas con mis amigos. Es el club que amo.
- ¿Pensaste en volver a jugar ahí tras tu retiro?
- Sí; siempre tuve esa idea, pero hubo cambios de dirigencia que no compartía. Mi hermano me animaba a retirarme ahí, pero no se dio. Aun así, me gustaría colaborar con el club.
- ¿Cómo empezó tu sueño de ser futbolista?
- Desde los cinco años quería ser jugador. Tenía mucha fe, rezaba mucho y jugaba todo el día. A los 14 ya jugaba en Reserva y a los 16 en Primera en Algarrobal. Eso me dio mucho roce. A los 19 me probé en Independiente Rivadavia y quedé.
- ¿Tu familia te apoyaba?
- Siempre. Mi papá era exigente con el estudio, pero nos llevaba a todos lados para jugar. Cuando no entré a la carrera de Educación Física, me puse a trabajar, pero tamién jugué hasta que me convertí en profesional.
- ¿Tus hermanos también jugaron al fútbol?
- Sí, pero de manera amateur. Mi hermano mayor fue el que más compitió en torneos regionales. Era muy talentoso; jugaba de delantero y era goleador. Allá en Mendoza siguen mis dos hermanos.
- ¿Vos siempre jugaste de defensor?
- No; hasta los 20 años fui volante central. Luego, en Independiente Rivadavia, jugué por las bandas y finalmente de lateral derecho. Un técnico me puso ahí y después me llevó como refuerzo a Atlético de Rafaela en ese puesto. Allí tuve la dicha de ascender a Primera.
- ¿Cómo trasladás tu experiencia a los chicos que entrenás?
- Les explico que la constancia y la voluntad valen tanto o más que el talento. Yo no era el mejor de chico, pero mi pasión y dedicación me llevaron a ser profesional. Incluso como profesional perdí nivel por tener momentos de debilidad mental, fueron momentos complicados.
- ¿Qué pasó en esos momentos difíciles?
- En Racing, tras un gran inicio, dejé de jugar de repente por problemas en las negociaciones. Eso me desmotivó. Tuve seis meses brillantes y después no me vendieron y empezó a jugar otro. Para colmo me enteré que había algo en el medio y fue más complicado. Me bajoneé y dejé de entrenarme con la misma intensidad. Recién en Huracán, dos años después y con Ángel Cappa, recuperé mi confianza.
- ¿Cuántos años tenías en ese entonces?
- Tenía 26 o 27. Desde ahí cambié mi mentalidad y siempre me entrené al 100%. Me di cuenta de que todo dependía de mí. Al no entrenarme como correspondía, lo único que hacía era darle con el gusto al entrenador y facilitarle lo que él buscaba.
- ¿Se lo transmitís a los chicos en Atlético?
- Sí; especialmente cuando veo potencial pero también altibajos emocionales. Les cuento mi historia para que no pierdan tiempo y trabajen siempre para estar preparados.
- ¿Y usan herramientas como psicólogos o coaching?
- Cada vez más. Al principio cuesta que los chicos se abran, pero los profesionales saben cómo acercarse. Son herramientas fundamentales, más en lugares con realidades sociales complicadas como lo es Tucumán, y Argentina en general.
- ¿Te veías en un rol como el que tenés ahora?
- Siempre me gustó la formación. De todas formas me preparé para dirigir antes de retirarme. Me encanta el campo y la adrenalina de dirigir, pero no esperaba que esta etapa llegara ahora. Igual estoy contento con el presente y la oportunidad que me da Atlético.
- ¿Cómo llegaste a Atlético?
- Me mudé a Tucumán por mi esposa. Mi hijo jugaba en Independiente y lo traje a probarse en Atlético. Luego jugué en el fútbol senior del club y así surgieron las oportunidades para dirigir. En el Senior jugaban muchos técnicos de las inferiores y me llevaron; ahora coordino toda la parte de formativas, desde Cuarta hasta Novena.
- ¿Cuál fue tu mejor momento como jugador?
- En el Huracán de Cappa en 2009. Fue una campaña extraordinaria; el equipo jugaba tan bien que la gente aplaudía de pie. Fue injusto perder ese campeonato.
- ¿Pensás que hubo algo raro en esa final?
- Creo que hubo mano negra. Nos anularon un gol válido, hubo falta al arquero en el gol de ellos... No quiero decir nada de más, porque no es mi estilo, pero nos perjudicaron. Lo bueno es que todo el país se dio cuenta y nos apoyó siempre.
- ¿Por qué creés que ese equipo jugaba tan bien?
- Porque se alinearon los planetas. Cappa nos dio confianza, potenció a todos; el grupo era casi el mismo que antes no funcionaba, pero él nos liberó.
- ¿Y el peor momento de tu carrera?
- El descenso con Olimpo. Teníamos un gran plantel pero no un grupo unido. Pensé que mi carrera terminaba ahí porque yo venía muy mal de mi paso por Racing y Estudiantes, pero luego vino Huracán y repunté.
- ¿Cómo fue tu experiencia en Lanús?
- Increíble. Estuve cinco años, jugamos tres Libertadores, varias Sudamericanas y ganamos la Sudamericana. Jugamos la Recopa y la perdimos por penales. Lanús es un club al que le tengo mucho cariño y que tiene la particularidad que crece constantemente. Además siempre elige bien a los refuerzos.
- ¿Te lamentás de algo en tu carrera?
- Sí; esos tres años que perdí por no estar fuerte mentalmente. En mi mejor momento se hablaba de Europa y de la selección. Pero me desplomé.
- ¿Aprendiste griego durante tu paso por AEK Atenas?
- Poco. Éramos muchos argentinos y hablábamos en español. Sí aprendí bastante inglés; hicimos un curso con mi mujer antes de ir y nos sirvió mucho. Fue nuestra primera y única experiencia viviendo en el exterior; era todo nuevo, un desafío. Tuvimos la dicha de conocer muchos lugares maravillosos.
- Y elegiste vivir en Tucumán...
- Mi esposa es de aquí. Visito Mendoza cada seis meses, extraño mucho a mi mamá y a mis hermanos, pero debía devolverle algo a ella porque siempre me bancó y me acompañó en todas.
- ¿Cómo sos como padre?
- Trato de dar el ejemplo en valores: respeto, disciplina, responsabilidad. Mi hijo mayor juega de enganche. No heredó mi posición (risas), pero es inteligente jugando.